Llega puntualísimo a la nota, directo desde el aeropuerto. La noche anterior actuó en Montevideo. Ver las valijas ocupando casi todo el hall de la oficina de su manager hace suponer una nota rápida, de compromiso. Pero no, cansado y todo Axel saluda, se cambia de remera, pide un poco de agua y se presta a la charla; así sin más, sin relojes ni una mínima muestra de apuro. Un caballero.
Se puede entender el interés. Puede estar ávido de hablar del show que dará -el 8 de diciembre en Vélez- con el que cerrará la presentación de su disco Un nuevo sol, ansioso por detallar las sensaciones que se imagina al subir a un escenario en el que espera cantar para 50 mil personas: un sueño que viene palpitando desde los 15 años, cuando vio en un diario uno de los títulos de tapa que decía "50 mil almas vibraron con..".
Pero Axel no se desespera y acepta hablar de su historia, de su presente televisivo -La voz argentina mediante- y de su hija Ágatha, tema del que es casi imposible sacarlo.
-¿Pensás que hubieses podido pergeñar un Vélez si no hubieses pasado por La voz.?
-No tengo dudas. Creo que lo que nos está pasando con Un nuevo sol es producto de todo lo anterior, de los seis discos. Éste no explotó de golpe, algo venía sucediendo desde hace años. Sí hubo un punto de inflexión que fue Amo, el tercer disco, que marcó un antes y un después.
-Entonces ¿La voz. no tuvo nada que ver?
-Creo que con La voz. se suma gente que me conoce desde otro lado. En un programa en vivo quedás expuesto, sin filtro y eso a la gente le gusta. Al principio no sabía lo que podía pasar, después me di cuenta de que la tele a gran escala es como un tsunami. Si sabés surfear la ola, podés hacer una gran performance, pero si no, te pega una revolcada tremenda. Y creo que la estoy surfeando bien. Lo que sí puedo notar como efecto La voz. es que se diversificó mi público y se sumaron muchísimos chicos y chicas menores de 12 años.
-¿Y eso está bueno para un músico que no pretende hacer música para ese target?
-Con Ale Sergi [de Miranda!] decimos: "Loco, agradezcámoslo porque es hermoso, es un público noble que no va a transar". Eso significa que lo que uno hace sigue manteniendo algo de pureza, de amor a la música de verdad. Además, las melodías de mis canciones son fáciles, soy amante de la melodía dulce, beatlera, no de la que es trabada, que rebusca; soy simple a la hora de componer y los chicos también lo son. ¡Ojo! que si a los chicos el próximo disco no les gusta, se van, no compran ninguna. Y eso está bueno porque está relacionado a una filosofía de vida que a mí me interesa que es el aquí y el ahora. Ellos viven el presente: "Esto que me gusta lo tomo y cuando no me gusta más, lo dejo". Así debe ser.
A los 8 años, Axel ya estaba inscripto -con dos de sus hermanos- en el Conservatorio Julián Aguirre de Banfield, al que llegaba cada día con su mamá tras una hora de colectivo desde Rafael Calzada. Estudió piano, trompeta, con formación clásica; hoy es fácil reconocer en su canciones arreglos de clavicordio, fagot, chelo o violín. "Esa fue mi formación -reconoce-, pero el interés estaba en otro lado. Yo escuchaba a Fito, a Lerner, a Los Beatles, mucho folklore, pero también a cantautores que les gustaban a mis viejos como Silvio, Milanés, Serrat, Piero y Gieco".
A los 13 años sabía que iba a trabajar con la música, quizá dando clases en su pueblo. A los 14 empezó a tocar en bares de Adrogué por la consumición; a los 15, ya con su primer banda, ya tenía una paga que llegaba a los 20 pesos diarios. Luego llegarían los dos primeros discos, La clave para conquistarte y Mi forma de amar, y ciertas promesas que lo depositaron en México, promesas que no se cumplieron y lo transformaron de prepo en un artista callejero ["Era 2002 y mi familia nunca fue como para llamarla y decirle ¿che, me mandan 100 dólares?"] de la estación San Antonio Abad del Metro: "Estaba 3 o 4 horas tocando y hacía 30 dólares, me alcanzaba para comer; dependía de mí y eso estaba buenísimo".
¿Qué iba a saber Axel que a la vuelta de ese viaje iba a grabar -casi de milagro- su tercer disco, Amo, y todo iba a cambiar definitivamente? Estaba en manos de Sony y casi no había plata para sacar un disco. Lo que le ofrecían era la tercera parte de lo mínimo que se necesitaba para grabar, pero aceptó. Un negocio redondo para la discográfica y el impulso definitivo para él. Lo conoció a Federico Lauría, su manager, con el que vivió experiencias desopilantes, como la que tuvieron que sortear cuando luego de un show en el interior los organizadores los encañonaron para que les devuelvan la plata (los shows se suelen pagar por anticipado) y los dejaron tirados con lo puesto en un peaje de mala muerte. Hoy se mata de risa.
Ya pasó el tiempo, llegaron más discos y un crecimiento exponencial de las ventas, del público, de la cantidad de presentaciones en el país y en el resto de América latina. Axel tiene una memoria casi perfecta de todos los shows que dio -con fecha, lugar y cantidad de gente-, tanto que bien podría participar en el "Repechaje" de Feliz domingo.
"Lo digo con toda la humildad del mundo, después de todo lo que hemos hecho, nos merecemos hacer Vélez. Esto no nos pasa de casualidad, nos merecemos hacerlo". Axel habla en plural, habla de él, pero también de su manager, de la gente que trabaja en sus shows, de sus músicos, de sus fans ("Ellos se merecen que nos encontremos en Vélez, por la remada que tuvimos") y de su familia, mujer e hija ("Agui -tiene dos años y ocho meses- fue hace un año a los cuatro Lunas de presentación de Un nuevo sol y claro que va a venir a Vélez"). No puede evitarlo, aparece Ágatha en escena y se desborda. Habla de su hija a la vez que muestra un video en la computadora de la pequeña cantando una canción de Adele (con un inglés que deja boquiabierto a cualquiera). Es el centro de su vida y lo puede. "Va a tener que manejar eso; un día se va a dar cuenta de que no es el centro de todo", dice Axel en rol de padre y por unos minutos no piensa en Vélez ni en las 50 mil almas vibrando de su sueño de adolescente, sólo por unos minutos..
Fuente: http://www.lanacion.com.ar
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